Crónica de Emili Cebrián
Salimos del club a la hora establecida: 8:05. Éramos 15 ciclistas más 2 en coche, en total 17. No está mal para el día raro que hacia...
Vamos por la calle Guipúzcoa. El día estaba tapado, pero con algún que otro claro. A mí me originaba muchas dudas, así que comenté a los compañeros que podríamos volver por la costa para evitar la posible lluvia. Todo el mundo me dijo que no me preocupara, que el día se levantaría. Me dije entonces... ¿tendrán razón? Qué derrotista que soy.
Llegamos a la carretera de la costa y se puso un buen ritmo, más o menos a unos 31 ó 32 km/h. Llegado el punto del desvío que va a Argentona, nuestro compañero Carles Duran se desvió por allí ya que tenía compromiso familiar y no podía seguir con nosotros. Así nosotros seguimos camino y siempre a esa marcha.
A la llegada de Arenys de Mar íbamos todos agrupados. Llegamos a Arenys de Munt y la cosa se disgrego un poco. En un semáforo, cuando se puso verde, Carlos Garrido cogió la delantera. Así me dije, esa es mi rueda y salí desde atrás del grupo a todo trapo para cogerle, cosa que Esther aprovechó para seguirme. Francisco Zorrilla y Joaquín Mallenco no pudieron seguirnos y se oían frases como "¡¡qué han tomado esos dos!!, ¡¡hacedles la prueba antidoping!!". Cuando empezamos a subir, en el cruce que lleva a Sant Cebrià, Juan Alarcón se dio la vuelta por ir fatal de condiciones. Los demás seguimos. Había mucha humedad en el ambiente, así que me dije "regúlate que sino no subirás". En ese momento me pasó Carlos Tortosa y Javier Berdún. En toda la subida los tenía a tiro. Cuando faltaban ya unos cien metros me alcanzó Zorrilla y subimos los dos juntos a Collsacreu. Luego fueron llegando el resto de compañeros, entre ellos Xavier Vilanova que salió a la hora de la variante (8:30) y, por ir solo, decidió hacer la normal.
A la bajada llegamos al restaurante que estaba a tope y todo el mundo estaba en la calle. ¡Qué raro! Con el día que hacía y además los bancos estaban mojados... Xavi Vilanova fue al restaurante como siempre y la dueña le dijo que nada. Que tenía las mesas montadas y que si queríamos almorzar tenía que ser en la calle. ¡¡¡BUFFFF!!!
Por suerte unos globeros que estaban en la parte del bar se fueron y pudimos entrar todos allí. Juntamos mesas y, hale, a pedir los bocatas.
La sorpresa fue mía, cuando me pasan una carta para pedir y una butifarra con patatas valía 8 eurazos. ¡Vaya robo! En fin, así por un día me convertí en un bocadillero y no en un butifarrero.
Cuando estamos almorzando, llegan Pedro Antonio, Asun Manjón y más tarde Jaime el Presi.
El día se iba oscureciendo más y a la salida decidimos ir unos cuantos por la costa y los otros por la ruta que estaba marcada en el boletín. Les dijimos que no se arriesgaran, que el día pintaba mal, pero ellos decidieron ir para allá…
Nosotros fuimos subiendo y, cuando faltaban dos curvas para llegar a Collsacreu, empiezan a caer gotas. La bajada la hacemos con mucho cuidado. Conforme íbamos bajando cada vez llovía más, así que me paré y me puse el chubasquero. Los demás continuaron. Llegando a Arenys de Munt estaba el resto del grupo con los chubasqueros puestos los que los tenían, porque hubo alguno que no llevaba. Arrancamos de nuevo y fuimos para el tren. Por cierto, tenia razón y nos llovió.
A la llegada a la estación había parado la lluvia pero como tenía prisa por un compromiso familiar, Esther, Jordi Martínez y Emilio cogimos el tren. Lo que más nos extrañó fue que nuestros compañeros no vinieran. En fin, fuimos a la taquilla y compramos los billetes, pero de nuestros compañeros nada de nada. Estando allí pensábamos en nuestros compañeros que iban por la carretera de La Roca: ¡¡¡si les pilló la lluvia que mal lo tendrían que pasar!!!
Cuando íbamos en el tren, a la altura de Vilassar, vemos a nuestros compañeros que decidieron seguir por la costa y no subir al tren. Eso me tranquilizó porque no les había ocurrido nada. Llegamos a casa y empieza a llover de nuevo.
Ya en plena comida familiar a las 14:30, me suena el móvil. Es cuando llegaron el grupito de la costa. ¡Vaya horas! Y me cuentan que en la rotonda que hay en Arenys antes de coger la costa, Javier Berdun casi se cae, pero Jesús Nuño no puedo evitarlo y se metió un buen trompazo. Por eso tardaron en venir a la estación, todo por la caída.
A la noche llame a Jesús y me dijo que le duele todo el cuerpo y que está molido, pero que está bien y que decidió no coger el tren para no enfriarse y que no le doliera más el trompazo. De todas formas iba sufriendo porque le dolía mucho, por eso llegaron tan tarde.
Total: 19 ciclistas + 2 en coche, total 21. Por cierto, ¡los que volvieron por el interior no se mojaron!
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