Crónica de Javi Serrano
Día D. 14 de junio de 2008. Tenía señalada esta fecha en mi calendario ciclista para este 2008, porque después de una primavera no muy afortunada en muchos sentidos, había puesto mi objetivo muy claro: hacer la Iratí Xtrem por segundo año, y además bajar los 56 minutos justos que había hecho en la edición anterior.
Atrás quedan los sinsabores que esta primavera extraña estaba dejando, empezando con mi desafortunada participación en la Terra de Remences, donde debido a una gastroenteritis, tuve que abandonar, haciendo la marcha corta. A finales de mayo empecé a ver un poco la luz, y sin perder nunca las ganas por la bicicleta, empecé a sacar un poco la cabeza y de forma in extremis me apunté a la Iratí, ya que de 650 plazas, conseguí el dorsal 594, por lo que casi me pilla el toro.
Así, con ilusión salimos Mario y un servidor hacía el pirineo navarro y tras cenar, comer y dormir en un albergue de Oronz en compañía de otros 10 compañeros de fatigas barceloneses (si, si, dormir, ya que estuvimos en una habitación para 12) nos presentamos en la salida de Ochagavía para realizar la fantástica marcha que recorre una de las zonas más bellas que conozco de los Pirineos: la selva de Iratí.
Tras demorarse un poco la salida, esta se realiza como el año pasado, sin agobios de ningún tipo. Es tanta la tranquilidad que Mario alucinaba y nos decía a Xavi Ódena, Albert (con los que coincidía en bici después de haber compartido kms con ellos en el verano de 2006 por los Alpes), el gran Soto y servidor que era la primera vez que en una marcha no se pegaba el calentón para coger los puestos delanteros.
Con tranquilidad nos presentamos en el primer puerto, donde vamos subiendo en buena armonía y compañía, encadenando de manera consecutiva tres puertos, aunque sin grandes números, pero que servían para ir cogiendo el gusto a esto de subir. Buenas carreteras, con lo que el bajar era una delicia, para observar el primer valle antes de llegar a Orbaizeta, donde empezaba la primera rampa seria de verdad: el muro de hormigón que teníamos antes del primer avituallamiento. Como soy veterano en esta marcha, sabía del tapón que se podía formar al empezarla, con lo que me puse en cabeza del grupo que se había formado, y tras meter la reductora, un 34X25 en mi caso, escalé sin mucha dificultad ese muro, al más estilo clásica de primavera. Eso sí, tampoco me sobraba mucho porque la rampa es de órdago: picos del 20 %.
Paramos en el avituallamiento, donde cojo un poco de todo, por aquí un puñado de cacahuetes, por allí un pastelito, que si una rodaja de naranja o una de manzana, y un vaso de coca-cola para pasarlo todo mejor. Comentar que esta vez la organización si que puso coca-cola en condiciones, ya que el año pasado o era sin azúcar o sin cafeína. Continuamos la marcha y nos adentramos camino del alto de Azpegi por un precioso bosque de hayas. Nos enfrentamos a kilómetros enteros con dos dígitos de pendiente media y nos adentramos en una espesa niebla que impide ver a apenas 10 metros.
Ya no hay vuelta atrás, aunque queda lo peor. La pena es que la intensa niebla impide ver los majestuosos paisajes que ante nosotros tenemos. Tras bajar un poco subimos unos metros hasta el collado de nos conduce hasta Organbide y su penosa bajada. Es lo malo de ir por estos inhóspitos parajes, que a veces las carreteras no acompañan y esta es este caso está muy descarnada y para colmo está muy húmeda, lo que unido a su fuerte pendiente hace que bajemos con mucha precaución.
Sin continuidad, hacemos un giro de 180º, y tras haber quitado el plato grande y metido el piñón más grande, piñón 25 al que saqué lustre en esta jornada, nos metemos de lleno en la bestia del día Errozate-Artaburu. Así, la primera rampa del 16% es su tarjeta de visita. A esas alturas Mario y yo nos hemos quedado solos y vamos pasando gente, los dos con el 25, con la salvedad de que servidor va con 34 y Mario con 39. A veces creo que tenía que haber metido un piñón más grande (el año pasado iba con 27), pero como no forzamos lo subí bien, aunque hubo alguna rampa al 20% que hacía que gastara unos gramos de fuerza más de los necesarios. Por una vez este año me puse el pulsímetro y ví que no pasaba de las 160 ppm, lo cual era bueno, ya que puedo llegar a las 190. Lo normal era ir en torno a las 154-156 ppm.
Ahora la niebla se había disipado un poco y nos permitía observar como habíamos ganado altura y lo bonitos que estaban los prados, un paraíso para las ovejas y las vacas de la zona. Tras superar los kilómetros enteros en los que no se bajaba del 11% llegamos a la zona más llevadera del final, eso sí, sin confiarse, ya que de repente te venía un rampón de impresión. Alguno de los participantes ya echaba el pie a tierra y Mario alucinaba con el puerto, diciéndome que era más duro que Larrau.
La bajada de Errozate es muy mala ya que está llena de grava, y si nos andas fino, te derrapan las ruedas con el consiguiente riesgo de caída. Afortunadamente ésta no se produjo y llegamos al avituallamiento principal del día, donde apalancamos las bicis y nos pusimos a comer sándwiches y pasteles varios. Cogimos de nuevo las bicis y comenzamos a subir Surzai, puerto que salvo algunas rampas al principio se sube a ritmo hasta coronar y bajar hacia chalet Pedro, donde enlazamos con la siguiente del día: Iratí-Bagargi. La carretera es buena por aquí, hasta que sorpresa: los franceses la han levantado y está llena de grava y alquitrán. Hace un año estaba en perfectas condiciones y no entiendo que hayan hecho semejante estropicio. Encima coincide con las kilómetros finales del puerto, que son los más duros. En fin, que con paciencia coronamos y volvemos a para a beber un poco en el avituallamiento, ya que salimos con sólo un bote, con la intención de parar lo que fuese necesario.
Afortunadamente la bajada de Bagargi está sin levantar y aunque el asfalto no es de lo mejor, permite hacerlo sin los sobresaltos de los anteriores. Esta bajada permite observar un valle precioso, donde al fondo se adivina el puerto de Larrau y el collado de Erroimendi, y de paso ver lo duro que este puerto ya que la bici se embala y de qué manera. Doy fe de su dureza, ya que lo subí el año pasado.
Sin solución de continuidad llegamos al objetivo del día: el puerto de Larrau y su cronoescalada. Antes de pasar por la alfombra, que está a la entrada del pueblo, tenemos dos kilómetros de subida, que sirven para ir cogiendo gusto a esto de subir, ¡¡ya que apenas hemos subido hoy!! El sol ya nos acompaña, afortunadamente, con que antes de llegar me paro a quitarme el chaleco y guardarlo en un bolsillo. Y así llegamos los dos al paso de la alfombra, que no es mágica precisamente.
Con la experiencia del año pasado, donde empecé muy fuerte y reventé sobre el km 7, esta vez empiezo algo más tranquilo, aunque con buen ritmo. Poco el pulsómetro en funcionamiento y empiezan a marcarme 177-178 ppm. Mi objetivo es coronar Erroimendi sin pasar de 180 ppm. Ante mi sorpresa, Mario no me sigue y a las primeras de cambio decide ir a su ritmo, con lo que no voy a tener referencias. La referencia seré yo mismo. Empiezo con el 21-23, hasta que el 23 se hace más hueco en la cadena, hasta que llegan los kms al 11%, donde el 25 no lo quito hasta coronar Erroimendi, salvo algún tramo que me permite poner el 23. Lo voy moviendo con soltura, ya que me gusta ir con cadencia alta, y voy pasando gente. Voy devorando kilómetros y sigo disfrutando, aunque sufiendo a la vez, masoca que es uno a veces.
Llego a la parte más complicada que es el final de Erroimendi, y su rampa del 14%. Ahí he de reconocer que me costó más de lo pensado superarla. Aún así lo supero y llego a los casi tres kilómetros de toboganes, siempre hacía arriba, que ahora vienen. Quizás pequé de conservador en esta zona, ya que bajé el pulso hasta las 165 ppm. Me vino bien para medio descansar un rato, y afrontar los últimos dos kilómetros al 10 y 10,5 %. En estas estoy, cuando me coge uno del Edelweiss por detrás, y se pone a la par. No consigue superarme. Vamos a la par durante un kilómetro, permitiéndome incluso animarle, pensando en que me superaría, aunque su respiración era más forzada que la mía. Decido que es hora de ver si supero las 180 ppm, bajo un piñón y ante mi asombro al superar la penúltima herradura, éste se me queda, quedándome otra vez solo. Llego a las 186 ppm, y ahora si que voy a tope, supero la última paella y voy directo a la cima, sufriendo, ahora sí, más de lo que yo creía que podía dar. Vuelvo a meter el 25 y corono. Paro el pulsómetro, y sorpresón: no sólo he bajado de los 56 minutos, sino también de los 50, con un tiempo oficial de 47:39. (He conseguido un honroso puesto 16. )No doy crédito, y tras recuperar el aliento, visito el avituallamiento y me meto un par de pinchos de tortilla. ¡Qué bien me hubiera venido una copita de vino! En estas viene Mario, que también ha bajado de 50 minutos, y me dice que aunque no ha podido seguirme, ha subido con buenas sensaciones, ya que esta semana tiene su cita anual con la QH, en la que seguro que vuelve a bajar de las 6:15.
Como arriba hace fresquito, nos ponemos los chalecos, bajamos hasta Ochagavía y vamos disfrutando de la maravilla de día que al final ha salido. Ducha, comida y para casa y hasta la próxima ¿L'Ariegeoise? Ya lo sabréis.
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