Crónica de Emilio Cebrián
Miércoles 24 de junio, San Juan. Son las ocho de la mañana. Después de una noche de verbena, nos encontramos en el punto de habitual cinco socios: Francisco, Jordi, Joaquín, Esther y Emilio. El día estaba completamente tapado. Sólo estaba despejado en el mar.
Los cinco decidimos ir a Llavaneras. Cogemos la rambla Guipúzcoa, no hay coches circulando, y llegamos a Sant Adrià. En la rotonda solo dos coches y había como una calicha que venía de la montaña. Entramos en Badalona y ni un solo coche, no me pude resistir más y tuve que hacer la foto.
Llegamos a Montgat y allí los coches pasaban a cuentagotas. Cuando entramos en la N-II pusimos un ritmo de 25km/h que fuimos incrementando hasta llegar a los 40km/h. Daba gusto circular. No nos pasaban apenas coches. ¡¡Qué gozada!! Y en una hora nos presentamos en Mataró, eran las 9:05. El día seguía tapado y se presagiaba más un chaparrón que otra cosa.
Al llegar a Mataró decidimos ir a buscar la carretera del Pollastre, que hicimos igual de tranquila. Llegando a Llavaneras decidimos cambiar de lugar de almuerzo: vamos al Casinet. Una señora que estaba barriendo la terraza nos dice que no tiene pan, que si nos queremos esperar serán unos 30 minutos. Le dijimos que nos íbamos que nos quedaríamos fríos, así que tuvimos que ir al bar de siempre. Hicimos un descenso tranquilo pero rápido alcanzando los 54 km/h sin hacer el mayor esfuerzo. Y también sin coches...
Llegamos al bar. Había un grupo de unos siete ciclistas que se iban cuando nosotros llegábamos. Cogimos la mesa y pedimos los bocatas. Nos los traen y mientras estamos desayunando comentamos la situación de poder circular sin coches que es una maravilla. Cuando pedimos los cafés llegan los socios Pepe y Òscar. Nosotros nos tomamos los cafés y ellos se pusieron entonces a almorzar.
Pagamos y partimos a BCN. Eran entonces las 10:45. El día parece que despeja, entre sol y nubes... La vuelta se hizo dura. Había un poquito más de circulación, pero el problema no fueron los coches sino el aire que venía de costado lado mar y más adelante pasó a estar de frente. Para que os hagáis una idea de la fuerza con que venía, en un momento dejé de pedalear. Iba más o menos a 25 y vino una ráfaga que me bajo el crono a 20 por hora.
Manda narices. Al final llegamos a Montgat. He de decir que durante la ruta, cuando llegábamos a las pequeñas rotondas que hay en el camino de regreso, no tuvimos que parar, ni aflojar la marcha en ninguna de ellas. No había coches, repito, ¡qué maravilla!
La entrada, por Badalona. Seguíamos circulando con muy, muy pocos coches y, antes de llegar a Sant Adrià, paramos en una terraza a tomar una cervecita en el bar que está en la calle peatonal Andreu Vidal, como ya es costumbre...
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